miércoles, 23 de noviembre de 2011

La paz en el mundo

¿Por qué existen las guerras? ¿Cómo un hombre es capaz de luchar y hacer daño, incluso aniquilar, a otro de su especie?
No puede haber discriminación, hay una sola raza que es el género humano.
La naturaleza humana no es perfecta, está dañada (para los cristianos, por el pecado original). Esto propicia la existencia de venganza, de envidia, de mentira, de violencia, de codicia, que hace enfrentarse a diferentes países entre sí. Incluso otras veces, el motivo de los enfrentamientos tiene su origen en algo tan fundamental (y precisamente por ello, debería ser totalmente respetado) como la raza o la religión.
La amistad civil es una actuación más auténtica del principio de fraternidad.
Nuestra convivencia democrática  debe basarse en una efectiva fraternidad cordial de quienes compone cada comunidad. Por eso, la convivencia democrática requiere, por parte de todos, un hondo sentido de comunidad porque cada uno pone lo suyo personal  al servicio de los demás .
La fraternidad civil no puede ser impuesta por la ideología, ni por la ley, ni por la genética: brota del corazón y vive en voluntad de quienes quieren a los demás como hermanos.
Al hablar de las guerras, la gente está confundida acerca de algo. Y es que algunos piensan que la paz es cosa de los políticos y de los soldados, algo difícilmente alcanzable, y que nada puede hacerse para lograrla.
Pero lo cierto es que la paz hay que conquistarla primero en uno mismo. Depende de cada persona hacerlo. Y sólo así, siendo cada uno instrumento de paz, se podrá lograr algún día la paz social. Y es que ya lo decía el Premio Nobel de la Paz, la Beata Teresa de Calcuta:
“La paz y la guerra empiezan en el hogar. Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, empecemos a amarnos unos a otros en la familia”.
 Por otra parte, el mutuo conocimiento y diálogo son los medios más eficaces para restaurar la paz. No hay soluciones violentas al terrorismo. La violencia represora no disuade a los terroristas, sino que multiplica su número exponencialmente: la violencia nunca es solución. Y, aunque seamos personas distintas en cualquier aspecto, hay que ser capaces de trabajar juntos y de colaborar al  servicio de  una pluralidad más alta de convivir en paz.
A nuestro parecer, es  importante el respeto porque si sabes respetar  a los demás no hay conflicto. La construcción de la paz pasa siempre por el conocimiento mutuo, por la comprensión cordial, es decir, no por la destrucción y el sufrimiento.
¿Por qué la gente no se quiere? Fundamentalmente, porque el amor exige esfuerzo, requiere darse a los demás, y es mucho más fácil envidiar a alguien, o tratarle mal, que sacrificarse por él.
 Así, la paz no solo es ausencia de guerra, es mucho más. Y solo cuando los amantes de la paz miren hacia dentro y descubran que esta vive en sus corazones y no en las calles, podrá empezarse a ver, allá en el horizonte, un mundo de paz.  
La paz está condicionada a la buena voluntad de cada uno, es una conquista personal de cada hombre. Y no vale pensar que lo que hace una persona es insignificante y de nada sirve, pues como decía la anteriormente citada Premio Nobel de la Paz:
 “Lo que realizamos es menos que una gota en el océano. Pero sin ella, al océano le faltaría algo.”

Juncal Fernández
Javier Arteaga
Paula Hernández

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